
¿Quién de nosotros no ha tenido la curiosidad de mirar el cielo por la noche para apreciar el brillo de las estrellas, pedir un deseo a una estrella fugaz, hacer promesas de amor bajo la luna llena o hasta imaginar OVNIs y vida en otros planetas? Todos. Sí, todas las civilizaciones se han interesado por el cielo y el estudio de los astros.
Dentro de la civilización árabe, por ejemplo, existe una inmensa lista de grandes astrónomos que han hecho enormes contribuciones para el desarrollo de las ciencias astrofísicas. Desarrollaron tanto instrumental para la observación del cielo como cálculos matemáticos para entenderlas.
Los árabes llevaron a todas las tierras conquistadas una astronomía popular que era la mezcla de la hindú, la persa, la griega y que se mezclaba naturalmente con la de cada lugar conquistado. Alrededor del siglo IX, por ejemplo, desarrollaron el astrolabio, uno de los instrumentos básicos más importantes para los estudios astronómicos también de los siglos venideros.
El primer astrónomo original de Al-Andalus y uno de los más importantes científicos del siglo X fue Mastama ben Ahmad Al-Majiti, llamado justamente "El Euclides de España". Fundó una escuela de Astronomía y Matemáticas en Córdoba, en la que se confeccionaron las primeras tablas astronómicas de la península. Y, a las ya conocidas hasta entonces, las adaptó al meridiano de Córdoba, perfeccionando así la cartografía del cielo.
La civilización islámica necesitaba resolver de algún modo el problema de orientar exactamente hacia La Meca todas los monumentos sagrados, así como a las personas que realizaban los cultos diarios. La cartografía de los cielos surgió de esta necesidad de fijar las coordenadas de los lugares santos y dar la dirección correcta del Kaaba, el altar de La Meca hacia el cual se vuelven los musulmanes cinco veces al día para rezar sus oraciones.
En 1543, el astrónomo prusiano Nicolás Copérnico acababa de demostrar que, lejos de ser la Tierra nuestro planeta el centro inamovible del universo, como se había creído siempre, ésta se movia alrededor del Sol. No se podia saber con certeza ni siquiera dónde estábamos. Literalmente, de ser el centro del universo habíamos pasado a ser el centro de nada. De repente, nadie sabia en qué sitio estaba cada uno. Los humanos, desde luego, se quedaron sin morada cierta. Es más, muchos científicos están convencidos ahora de que existen no uno, sino varios universos.
¿ Cúal será la próxima gran revolución que nos va a desconcertar a todos, el descubrimiento científico que nos dejará sin palabra de la misma manera que Copérnico nos dejó sin un lugar seguro?
No lo sé. Pero quizás sea casi cierto que si Mastama ben Ahmad o Copérnico -dos grandes genios de la astronomia- estuviesen vivos, un sítio en que les encantaría vivir sería Almería, donde funciona el Observatorio Astronómico Calar Alto. Allí, se desarrollan importantes investigaciones en uno de los mejores puntos de todo el continente para observaciones astronomicas y que están contribuyendo a posicionar Europa en la vanguardia de la astrofísica mundial.











